Rita Sturam Wirkala, escritora argentina residente de la ciudad de Seattle (E.E.U.U.) ha publicado en Los Estados Unidos y en España, donde ha recibido positivas reseñas literarias.
Rita escribe novelas (El encuentro – Las aguas del Kalahari), poesía, ensayos académicos en literatura española y libros de texto. Es traductora de libros de niños, compositora de canciones infantiles, y fundadora de All Bilingual Press. Asimismo, Rita conduce las clases de escritura creativa en español del grupo de escritores hispanos Seattle-Escribe, una serie auspiciada por la Fundación de la Biblioteca Pública de Seattle.
Después de 20 años de enseñanza en la University of Washington, Rita está parcialmente jubilada, y dedica su tiempo a escribir, viajar y cuidar a sus cinco nietos. Sus extensos viajes así como lecturas en diferentes áreas más allá de la literatura (antropología, psicología, filosofía y ciencias) informan e inspiran todo su trabajo.
Su tesis doctoral sobre el Libro del Buen Amor del Arcipreste de Hita, refleja asimismo su profundo interés en la rica tradición cuentística medieval.
https://ritasturamwirkala.com/
Yo soy algo más
…
El sol era joven cuando el fuego hervía
en entrañas rojas de nuevos volcanes;
y el mundo giraba y ardía y bullía
y seguía su elíptica órbita fija,
en roca brutal.
La Tierra era eso: una bola encendida
azotada de rayos, de eléctricos vientos,
sin agua, sin mares, sin ríos, sin vida,
era el tiempo extraño de los elementos
del ser potencial.
Al paso del tiempo las piedras hirvientes
mojadas de lluvias perdieron calor;
crecieron los mares, y el fondo bullente
de un caldo viviente produjo el milagro
en cuna de sal.
Moléculas simples un juego iniciaron:
Cadenas crecientes de sus minerales
tejieron racimos y se combinaron.
Y en el vientre oscuro del mar comenzaron
su danza primal.
¿Tal vez fue el Amor, lo que los unía
para que la vida pudiera mostrarse?
¿Ha sido quizás la Primera Alegría
que tuvo el Planeta en tiempos sin nombre
de andar Primordial?
Primero fue apenas un ser transparente,
redondo, sin centro, unicelular.
Más tarde, un microbio con núcleo incipiente,
y luego bacterias y amebas tomaron
el paso inicial.
Tan pronto la vida explotó inconsciente
y sin los recuerdo de formas pasadas,
cada especie a su forma dejó su simiente.
Poblaron mares. Del mar a la tierra
fue el salto crucial.
La tierra ya era burbuja explosiva
de líquenes, musgos, de lianas y palmas,
Surcaban el cielo alas primitivas
y seres terrestres trazaron sus rutas
en corte nupcial.
Mamíferos chicos y grandes surgieron
y otros, que dicen, de mente especial.
Lémures, simios, macacos vinieron
y otros sin pelo y sin cola nacimos
del mismo ramal.
Por eso yo siento que soy barro tibio,
burbuja de aquella noche elemental;
microbio y gusano y la pata de anfibio
que marcó la arena al salir del mar.
Y soy algo más.
Soy ojos de ciervo y garra del puma,
aguijón de abeja y pies de ciempiés;
soy paja del nido, soy pico, soy pluma,
murciélago, cobra, caballo y mandril.
Pero hay algo más.
Yo llevo en mis huesos la historia del mundo.
Soy todo lo antiguo que en la tierra anduvo;
pero hay algo eterno que brilla profundo,
que fuera del tiempo titila aquí adentro.
Yo soy algo más.
Yo soy algo más.

Búsqueda
…
No busques a Dios en la estatua de yeso
de ojos velados en humo de incienso.
Ni en bellas estampas ni en cruz de un altar,
no importa si es oro o basto metal.
Tampoco lo busques en templos lejanos
o santuarios hechos por humanas manos.
Ni en coro de voces de rica armonía
ni en las cadencias de sus melodías.
Ni en cuevas ocultas o en torres grandiosas
que erigen los hombres a dioses y diosas.
Ni en seres cubiertos de negras sotanas,
o de altos sombreros, o de barbas vanas.
Ni en esos que alegan tratar con misterios,
no importa el rango de sus ministerios.
Ni en el Campo Santo donde al fin reposan
los huesos sin almas en resecas fosas.
Tampoco está Dios en los libros sagrados
de ayer o de hoy o de tiempos pasados.
No busques, en fin, en mundano sistema
de dogma, doctrina, ritual o emblema.
Búscalo, sí, en la gran geometría
del cosmos y el átomo y su simetría.
O aún más Allá, en la Causa Primera,
que engendra la luz de galaxias enteras.
O en la fuerza ignota que anima, constante,
a un universo que cambia y se expande.
O en el bien templado consonante acorde
del Cosmos entero, aparente desorden.
Pues Ello resuena en el exquisito
cantar de los astros, el himno infinito,
luego y antes de aquel Primer Acto
que dio a las estrellas el tácito pacto.
Búscalo, al fin, en la forma sin forma
del raro vislumbre que a tu Ser transforma.
Y del Rostro Inefable verás un reflejo,
puliendo tu alma hasta ser Su Espejo.

Subjetividad
…
De opacidad e inconsistencia
están hechos
los sueños y recuerdos.
La indiscutible realidad
se resquebraja
en su móbil espejo en la consciencia:
porque ella muda el diseño,
y otro nuevo
va escogiendo en cuanto danza.
De luces y de sombras
se alimentan
eventos y memorias.
La irrefutable realidad
se desintegra
y la mente recombina la materia:
Y así se escriben las historias
y se alteram las vivencias.

Menino bahiano (DE BRASIL)
I
El niño dibujo en la arena y espera,
y piensa en la cesta de peces dormidos
que trae en la barca su padre.
El oro escarlata en la brillante esfera
se ha vuelto ceniza y descolorido,
y un viento de hielo lo barre.
El cielo se cubre de nubes pesadas
y en el horizonte, que era acuarela,
ahora no hay hombres ni barcas.
El mar turbulento en la tarde cerrada
no deja en la costa ni redes ni velas,
apenas un niño que aguarda.
II
─Pescador: tú que sabes del bello trabajo
de hablar con los peces en el altamar.
¿Has visto a mi padre pescar?
─No, no he visto a tu padre pescar.
─Caracol, dulce amigo, que vives abajo
y ves a los barcos encima flotar:
¿Tú has visto a mi padre pasar?
─No, no he visto a tu padre pasar.
─Yemanyá, diosa hermosa: tú eres quien trajo
las aguas del río a llenar la mar.
¿Lo has visto tal vez naufragar?
─Pues sí, pues no… déjame recordar…
III
De pronto y sin causa el mar se serena.
El niño dibuja en la orilla y espera,
y piensa en los peces durmiendo.
Las olas arrojan la barca a la arena,
y el hombre, temblando y cargando la cesta,
le dice a su hijo, sonriendo:
─Ya ves, he venido. Ve y dile a tu madre
que ya he traído la cena.

Obra pictórica – Leonor Fini