Pero, ¿Quiénes son los oprimidos? ¿Quién determina si eres o no parte del llamado «pueblo oprimido»? ¿Quién dicta si uno ha sufrido lo suficiente como para alzar tus derechos por encima de el de los demás? ¿Cómo determinamos nosotros —como ciudadanos— quienes ya no merecen el respeto a sus opiniones en pos de la justicia? ¿Está la justicia social por encima de la Ley? ¿En qué momento nos convertimos en jueces revanchistas?
Antes, era el México de pocos, de los privilegiados; ahora es el México de muchos, del llamado «pueblo sabio, pueblo bueno», pero, la división continua y seguirá acentuándose por las acciones de un gobierno tuerto, manco y mudo que no invierte en impulsar una unidad nacional, porque «divide y vencerás» y suyos serán los votos de los que resulten mayoría. Aunque la consecuencia sea una población enfrentada, que más da. Aunque la corrupción de una cúpula continue las viejas prácticas frente a nuestras narices. Aunque se entronicen antiguos sátrapas, ahora amigos del poder en turno y no estemos dispuestos a levantar un ápice con tal de no dar la razón a los otros; los conservadores, los «fifís», los enemigos del pueblo. ¿No nos estaremos equivocando de enemigos?
Al final, nuestro ideal de nación —y de justicia— sigue en disputa, donde diferentes bandos estiran con fuerza —y muchas veces rencor—, una cuerda que no da más. México sigue siendo un país no solo de enorme diversidad cultural, sino de añejas heridas y enconados desencuentros con nosotros, con los otros y al parecer hasta con los españoles.
Por mi parte yo si tengo una cosa clara, no soy del llamado «pueblo», no soy un «fifí» ni mucho menos un «chairo». Tampoco pertenezco a la nueva elite de los «oprimidos» y ello no le resta —no debería— valor ni a mis derechos ni a mis opiniones como lo que si soy… un ciudadano mexicano.
Fotografía – Claudia Altamirano (Animal Político)
Como siempre, denota seria reflexión del autor y está magníficamente escrito. En cuanto al contenido, creo que necesito un cursillo (crash course?) sobre la presente realidad mexicana…
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Me temo, Rita querida, que en México como en Argentina, no es posible un «crash course» para nuestras complejas realidades. Pero me ofrezco a aclarar puntos importantes y disipar generalizaciones vagas que puedas escuchar por ahí; muchas gracias por tus palabras… ¿estarás en la clase mañana?
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