El aire está vivo y húmedo
con la sugerencia de una lluvia reciente.
Las luces centelleantes iluminan pequeñas piscinas en la rota acera
y mis pisadas las perturban,
haciendo titilar sus desmenuzadas reflexiones.
Aspiro los olores de ozono,
carne frita,
perfumes y licores,
mezcladas en un jardín embriagante.
Me siento alta y fuerte, extasiada.
Músicas diversas, urgentes y pesadas, gritan de varias ventanas, discutiendo entre sí,
dando a luz a nuevas palpitaciones en el cuerpo,
haciendo sacudir los huesos con sus vibraciones.
Tres nalgonas se impacientan en una esquina,
perdiendo control de sus galopantes caderas,
casi muriéndose por cruzar la calle
y entrar en la boca de donde sale la llamada de apareamiento irresistible.
Me cuesta no seguirlas
y entregarme al ruido de la noche vernal.
Tengo antojo de una retrocesión del tiempo…
De perderme entre los locos y los borrachos, quienes normalmente me asustan.
De esconderme en las sombras y quemarme contra el cuerpo de otro.
Me rebosa una nostalgia dulce y no quiero que nadie me rescate de ella.
Heme aquí, media vieja e invisible en esta calle viva,
olvidándome en el baile frenético de la juventud desatada.
Escrito por… Marie Garcia
Alfonsina – Alain Bailleres
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