Poema seleccionado para la antología «El Juego de la Lotería» en el Segundo Certamen Literario en Español – Seattle Escribe 2018.
Poema seleccionado para la antología «El Juego de la Lotería» en el Segundo Certamen Literario en Español – Seattle Escribe 2018.
Si vuelves…
come este dulce pan que te ofrezco
y bebe del agua agradecida,
bebe del dulce néctar de la vida
que el mezcal sella en tu boca.
Si vuelves
besa la imagen tuya en mi altar
de vida,
bésala con melancolía,
con nostalgia primorosa,
deja tu huella
en mi camino de flores,
de pétalos de mil atardeceres,
déjame tu aliento en el mole,
el aguardiente de tus pasiones,
déjame ver tu recuerdo,
y tu figura en el incienso,
que la extraño tanto y tanto extraño
tu olor,
mi amor de amores.
Si vuelves
sóplame al oído tu regreso
dame de ti un dulce recuerdo,
el beso
que ahogue este llanto
vida mía.
¿A que juegas, Marie? —Pregunta la vieja gata callejera— ¿A qué juegan tus dedos de marfil golpeteando la acera? ¿A qué deseo oculto le brillan distraídas las lagunas de tus ojos y le otorgan los suspiros de mujer escapando de tu boca que brotan como rosales en tu campiña francesa imaginaria? ¿A dónde se […]
Me dijiste en un parpadeo más de lo que hubieses querido decir
yo en cambio…
te dije en una mirada menos de lo que te hubiese querido gritar
mis manos en los bolsillos, las tuyas sueltas como ramas
dibujas una media sonrisa, yo solo bajo la mirada
tu paso se torna lento, el mío torpe
ya no estás tan lejos
y en el cruce…
un roce.


Voraz
se alimenta la ciudad,
crece con sus brazos de concreto
aplastando
la virtud primigenia,
creando ecosistemas de opulencia,
de fantasía, de miseria,
de utopía versus realidad.
La ciudad
sigue creciendo
incesante,
fría, húmeda, impaciente
con sus alimañas de acero y largos cuellos
engullendo bosques, lagos
historias, mártires,
relatos y memorias,
lavando culpas
y fortunas,
creando magnífica infraestructura
en pos
de la modernidad.
Brillante;
La ciudad parpadea y brilla
luminosa,
se sabe poderosa,
se viste de luces a cada noche
seduciendo una corte
de un nebuloso palacio imperial.
Y yace,
Intoxicada
en su cuna de montañas,
abrigada
de un verdor casi fantasmal,
sus torres
se alzan desafiantes,
punzantes,
se extienden los bulevares,
puentes y calles,
restaurantes,
oficinas,
museos, casas y comercios,
plazas como templos,
palacetes,
más palacetes
y más comercios
de momentos que satisfacen vidas,
de verdades que saben a mentiras
y prostitución general.
Entonces;
El puerto se abre
apabullante
con sus gigantes cuervos de hierro amenazante
esperando desembarcar,
gordos peces flotantes
de Asia, Oceanía
Latinoamérica y Canadá
llegan, ofrendan
y se van.
Al sur,
el aeropuerto
fluyendo de historias, anhelos
con sus miles de divisas y pasaportes
nutriendo la ciudad.
¡Avanza!
El monoriel avanza de prisa
desde Seatac hasta la impagable universidad,
los coches, los taxis, camiones
se abalanzan en estampida por la grande avenida
de norte a sur y del sur al norte
cual columna vertebral.
No escuchas?
Gritan
los habitantes gritan
frenéticos,
unos vivos y otros muertos
inocentes
e indecentes de indecible notoriedad,
escúchalos gritar
en los estadios fulgurantes,
conciertos,
centros nocturnos,
parques
y calles, hospitales,
de dolor, de algarabía, de hambre,
de justicia
o en las esquinas
vestidos de pobreza ficticia,
hambrientos de lástima,
de heroína
víctimas de un sistema que nunca es tema,
adormecidos en una brisa tóxica
llamada realidad.
Gritan también
¡Oh sagrada y ejemplar democracia!
en sus marchas
marcadas de ambigua propaganda
de indiferencia, de verdades cortas
o verdades que queman,
los anarquistas,
feministas,
homosexuales,
los de la derecha reclamante y sangrante,
la izquierda primer-mundista,
la burguesía hipsteriana,
los inconformes,
refugiados, activistas,
absolutistas, hipócritas,
los políticamente in-correctos,
los blancos, los negros
y los blancos contra negros,
los contra todos,
los que pasaban por ahí,
y… ¡ah! los inmigrantes,
asiáticos, africanos, latinoamericanos
tratando de vivir un sueño que no existe
en la tierra de la mezquina libertad.
Pero siguen gritando
¡Obstinados!
en los jardines de Mercer Island,
Medina y Madison Park,
en las cocinas,
los taxis,
las construcciones
con su léxico deforme
acariciando sueños de nueve dígitos
con sabor a seguro social.
Ronronea,
la ciudad ronronea
como gata embriagada,
mareada de prosperidad,
en sus callejones y debajo de sus puentes
con sus indigentes,
en la avenida Aurora cual caminante seductora
o en la colina con sus bares y cantinas
o en cualquiera de las esquinas
de Pioneer Square.
Y se ríe;
La ciudad se ríe descarada
no la ves?
porque se sabe idolatrada
por religiosos,
artistas,
liberales y nacionalistas,
por los que nada valen y los que lo valen todo,
la ciudad se alimenta
hambrienta
de sabios e ignorantes
seduce a los audaces,
dividiéndolos
en etnias, géneros, lenguajes
en razas ¡como perros!
muchos prisioneros
de sus miedos e infortunios
de un gobierno tuerto, manco y mudo
y ciudades que parecen prismas
incapaces de cargar el peso de tanta diversidad.
Pero;
La ciudad canta ,la ciudad llora,
la ciudad vive, crea, destruye
y se transforma,
¡vibra!
a cada instante,
a cada inmigrante
a cada risa, a cada estación,
a cada muerte y a cada nacimiento,
a cada marcha y a cada grito de verdad,
a cada inversionista,
a cada orgasmo,
a cada alabanza,
a cada árbol,
a cada ola de mar.
¡Larga vida a la ciudad!


Fuiste flor de café todas tus mañanas
flor de sigilo cada madrugada
de enaguas vaporosas, rústicas sandalias
fuiste noche de aguardiente
lamento de paisana.
Olías a pan dulce
albahaca y hierbabuena
a frijoles con totopos y carne de Chinameca
olías a perfume de olvido
Florentina
a fruta madura en la mesa
noche y día.
Larga tu trenza y largas tus costumbres
añeja tu lengua, añejas tus virtudes
fuiste mujer de gruesa corteza
flor de iguana
fuiste voz de milagroso rezo
Guadalupana.
Baila esta sandunga mi flor de tehuana
luce tu ahogador de fina filigrana
brinda con mezcal de amores
abuela mía
brinda por tu muerte, brinda por la vida
que las flores del camposanto
ya no cierran… Florentina.

Arte del maestro Diego Rivera
Nací, y otra vez y a partir…
Sigo naciendo a cada equinoccio, a cada solsticio,
a cada tiempo se renueva esta piel de áspera corteza
y recobra su místico brillo de ámbar.
Nací, en un principio,
del bautismo cristiano que no pudo ser
y del otro que fue en aguas de río pedregosas
en las afueras de la ciudad de los santos,
los mismos
que ahora penden orgullosos de mi cuello.
Nací, y otra vez y a partir…
Sigo naciendo a cada luna llena, a cada tormenta
a cada página que leo y a cada otra que escribo
reinventandome en/o historias ajenas,
acertijos,
buscando siempre
la ignota causa primera de mi unidad universal.
Nací sin pretenderlo
un día
del verso más desesperado de Neruda,
de la rosa más fragante del milagro
de Ibarbourou,
de la sonrisa pagana de Hipatia,
de una principesca imagen de melancolía
en Sonatina,
de el Quijote y su lúcida locura,
y
del más onírico delirio de Saint – Exupéry.
Sigo naciendo, sin detenerme,
mutando,
a ratos consciente y en otros, pareciera que dormido,
en piel de serpiente,
ave, cocodrilo,
poesía
o metal.
Y otra vez y a partir…
Sigo naciendo libre y con rima,
fluyo del verso y el universo me aproxima
a la fórmula etérea y por demás arbitraria
de mi creación inmaterial.
Porque antes fuí roca,
y ahora
una quimera
con largos brazos como puentes
o ríos
sobre los que cruzan mis fantasmas,
todo lo que fuí, lo que soy
y la única certeza de lo que un día
seré,
la palabra escrita.

La barca del cocodrilo – Leonora Carrington
Acurrucada en mis pies te duermes serena
pero oscuras tus artes y en mi panza despiertas
¿no soy acaso de ti tu almohada predilecta?
¿por qué me castigas, entonces, con tu indiferencia?
y lenta te levantas, mi niña ¡despierta!
Pareces flotar con tus patitas de algodón,
de un mueble a otro saltas cual rayo veloz,
pero nunca te cansas nubecilla ruidosa
y exiges cual reina mi atención, caprichosa.
Me enojo, te escondes, taimada regresas
oscuras tus artes y de un brinco me contentas,
a veces me pregunto si realmente me quieres
¿o son tantos cariños el pago a mis deberes?
Corro, me persigues, te grito y me ladras
te estiro la cola y te jalo las patas
el día languidece y juntos dormitamos
yo en la mecedora, tú en mi regazo.
Eres de mi vida, su altanera dueña
mis manos tu peine y por cuna mis piernas
te aprieto a mi pecho, me comes a besos
como no escribirte ¡mi niña! estos versos.
Para ti son mis cantos que te saben a arrullo
mis breves corajes, mis desvelos nocturnos,
todas mis almohadas y caricias constantes
el sol de las mañanas, la brisa de las tardes.
Por si fuera poco y no menos importante,
te doy mi paciencia ¡mira que es bastante!
también de mi sonrisa te guardo su miel
y estos ojos, que lo sabes, te saben querer
y por ultimo, mi niña, y si te portas bien,
huesitos de pollo al atardecer.

La calle se larga luminosa
y promiscua se arquea indecorosa
a la altura del teatro y más allá,
una sonrisa se esgrime tentadora
y un par de ojos me guiñan en la sombra
pero yo, solo quiero bailar.
La muchedumbre se arremolina
intoxicada de expectativas
en las esquinas, los restaurantes
tlac, tlac, tlac, los tacones parlantes
pantalones ajustados, miradas furtivas
romances audaces que solo brillan
cual estrellas fugaces
el cruce de una calle y nada más.
Una puerta y un custodio
guardando una torre de mármoles y oros
en la esquina de Boylston y Pine Street
entro sigiloso, a paso firme y tormentoso
más guiños, más sonrisas
tactos que saben a brisa y a algo más
pero nada me detiene, subo de prisa
y en la cumbre de la torre ¡la pista!
y yo… solo quiero bailar.

Mi cuerpo de agua
Se evapora con la brisa
Se condensa, se acumula
Cae del cielo en lagrimitas.
Corre libre por los ríos
Cascadas y raudales
Duerme entre los lagos
Y juega en manantiales.
Ya cansado de viajar
Impaciente en tierras bajas
Se filtra sigiloso
A descansar en aguas calmas.
Poema seleccionada como parte de la colección «Your body of water» Poetry on busses 2017. En el que aparecerá tanto en portal digital cómo en un transporte publico de la ciudad de Seattle, WA.
