¡Solo quiero bailar!

La calle se larga luminosa
y promiscua se arquea indecorosa
a la altura del teatro y más allá,
una sonrisa se esgrime tentadora
y un par de ojos me guiñan en la sombra
pero yo, solo quiero bailar.

La muchedumbre se arremolina
intoxicada de expectativas
en las esquinas, los restaurantes
tlac, tlac, tlac, los tacones parlantes
pantalones ajustados, miradas furtivas
romances audaces que solo brillan
cual estrellas fugaces
el cruce de una calle y nada más.

Una puerta y un custodio
guardando una torre de mármoles y oros
en la esquina de Boylston y Pine Street
entro sigiloso, a paso firme y tormentoso
más guiños, más sonrisas
tactos que saben a brisa y a algo más
pero nada me detiene, subo de prisa
y en la cumbre de la torre ¡la pista!
y yo… solo quiero bailar.

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Soy mi laberinto

Morenos
fueron concebidos mis paisajes,
y altivas
se alzaron mis vertientes,
castellanas
fluyeron de repente mis ideas
 y mis cabellos
de mil serpientes.
Nací de la hoguera
ancestral de mis demonios
sin la encarnecida vestidura de mi cuerpo,
cubierto fue entonces de alabastro
mi sistema,
de polvo cósmico mi centro,
de mármoles y piedras, oros y blasfemias
en rito ceremonial
mi sacramento.
Soy…
los ojos
náufragos de mi padre
y de mi madre, su frágil columna,
mis manos son de acuario,
mi ciencia inexacta
y delicada
mi silueta de bruma,
antigua es mi sangre
como antiguas mis letras
se escriben siempre taciturnas,
una y otra vez
mis letras errantes
una y otra vez
se escriben, de nuevo
embriagadas
al amparo de la luna.
Soy mi laberinto,
cambiante, profundo,
cubierto de espejos, cuarteados algunos,
soy trueno de voz
que sentencia maleficios,
¡soy destrucción!
¡fulgor!
¡cataclismo!
una huella humeante,
la llama constante,
mi laberinto me engulle
completo y a versos,
a ratos me escupe y escapo en silencios
pero luego regreso
asustado,
perdido,
mi laberinto me llama
cantando artificios
y me adentro
inconsciente
en su seno boreal.
Morenos
son mis paisajes y altivas
mis vertientes,
castellanas nacen mis ideas
y mis cabellos… de mil serpientes.
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Fruto de la noche

Soy fruto de la noche porque en ella nací,
y en ella, en un abrazo de nocturno viento moriré.
Soy colibrí de los densos montes y nublados atardeceres
soy serpiente viajera de los caminos empedrados y tierras lodosas
soy helecho que nace del moribundo tronco milenario
no soy ruido, solo el susurro
no soy el agua, soy la corriente
niebla de la mañana
crujir de hoja seca.

Soy el brujo de los cuentos de mar que no terminan,
porque las olas nunca cesan
las hojas siempre caen
y las estrellas siempre brillan.

La tierra… reconoce mis huellas
porque piso fuerte en mi andar,
¿escuchas mis pasos?
soy ese venado que no puedes ver
frondosas las ramas
celosos los árboles
me esconden.

Pero no me oculto del sol
ni me guardo del frío
porque esta piel de cocodrilo
me protege
me transforma
me alimenta
me acaricia.

Soy el noble espíritu del manatí
la pluma que cae al vuelo de la gaviota
no soy la palma, soy la raíz
no soy cuerpo, solo vida
un búho que no duerme
soy… fruto de la noche.

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Los gatos

Se buscan
los gatos
e impacientes
se encuentran
entrelazan sus colas
peludas, inquietas
se acurrucan
se lamen
y nostálgicos de recuerdos
de amores
e historias
ronronean.

Dormitan entre sueños
de estambres dorados
y realidades adversas
y excitados
se embriagan
de la noche etérea
los callejones los llaman
y curiosos husmean
saltan entre muros
persiguen las estrellas
pero nunca las alcanzan
son tan altas
eternas
que los gatos al verlas
centelleantes
no parpadean.

Maúllan,
los gatos
lloran de tristeza
les duelen sus patas
de caminar sobre piedras
vidrios y sueños
pero ellos no cesan
siguen, sólo siguen
nocturnos caminantes
observan y observan
si las estrellas altas
siguen brillando
ellos, brillarán con ellas.

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La mujer que habita

Le canto a la niña que duerme
entre mis cejas,
y entre sueños de utópicas ciudades
y miedos infernales
se desvela.
A la mujer antorcha
de mis ojos centelleantes,
a esa que risueña juega
en mis cabellos galopantes,
la de mis brazos,
la de mis piernas,
la que teje hipiles de oro y plata
con mis venas.

A la poetiza loca
que baila entre mis manos,
a la guerrera descalza
que dirige mis pasos,
la que nace cuando río,
la que muere entre mis llantos,
la que corriendo escapa
entre mis gritos
desesperados.

Soy mujer de lienzo,
mujer de piedra,
mujer de mística filosofía
y etérea,
¡mujer loca!
¡perversa!
¡desquiciada!
la errante caminante
entre letras desenfrenadas,
silueta de los ritos oscuros,
iluminada.

Le canto a la mujer que habita
en mi piel,
en mis labios,
el suspiro que brota fulminante
en cada orgasmo,
la mujer erótica, desnuda
escondida entre mis sexos,
y difuminada en cada húmedo beso,
se vuelve verso.

El fuego no la quema,
la luna la idolatra,
le canto a la mujer que en mis adentros,
encarnada
en un eterno verso de amor,
danza, danza y danza…
apasionada.

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