La revista Extrañas Noches publica mi texto «Dueño soy de mis pestañas», aquí abajo les comparto el enlace y de antemano… gracias por leer.
https://www.revistaextranasnoches.com/single-post/2020/06/15/Due%C3%B1o-soy-de-mis-pesta%C3%B1as
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Rebka la sunita
Rebka la sunita
cruzó el Mar Rojo
con una azucena
en las manos.
Sangre fiera
noches de guerra
entre las montañas donde
se desgrana la muerte.
Lleva sus muertos
en los ojos
bajo el cielo de una América
libre y soñadora.
Rebka la guerrillera
del Este de África.
Amazona ligera
en los vientos del siglo 20.
a las ocho de la mañana.
Hablamos de Eritrea
con la nostalgia de un regazo.
Manos suaves que en el pasado
estremecían al cielo con una Kalashnikov .
Hoy nos vemos a los ojos
con la complicidad de ser inmigrantes
bajo la lluvia de Seattle.
……..
A Anna Ajmátova
La muerte florece en nuestras pupilas
en los días de interminables desembarcos.
Cuanto dolor
queda en los sobrevivientes.
¡Hurgaremos en las celdas clandestinas!
Jesús, el muchacho “levantado”
será un número de archivo.
Vendrán nuevos inviernos Anna.
Imploraremos libertad
pero algunos moriremos en la espera.
¡No hay atalayas!
¡No hay centinelas!
¡No hay profetas
que nos auguren buenos tiempos!
Crueldad, desolación,
terror, ejecución
bajo
un verdugo despiadado.
XI-VIII-MMXI
……..
AVANCE
Mujer, he recorrido tu piel con mis dedos.
He palpado los cantos de tu cuerpo
como un ciego en los vientos de agosto.
He afianzado mi ancla ante la lluvia postrera del crepúsculo,
donde las picas de cristal avanzaban
con los olores maduros del verano.
Durante las mareas vivas
he sido un refugiado en las bahías de tu cuerpo sedoso.
Y en él he avanzado con el poder de un ejército arrollador,
cuando los segadores recolectaban azucenas blancas y rojas
y cantaban un himno de amor.
Mujer, he besado tus labios en la hora en que dos cuartas crecientes,
giraban como hoces de plata en el rostro
y en el fuego benévolo del sol.
He recorrido tu cuerpo como un ciego
o como un panadero que ha estampado
galaxias de fuego con las puntas de sus dedos al amasar un pan fermentado.
He seguido las flechas del sextante en tus concavidades donde abundan
Las caracolas y las orquídeas azules.
Me he atrincherado en tus simas
con un canto marino en la pleamar.
Y en el horizonte solo han quedado de las nubes
unas telarañas de harina como de un saco roto.
Mujer, he cruzado tus desfiladeros,
con la audacia de un corsario del Mar Caribe
en la hora exacta del perigeo y en el acantilado
donde el día y la noche se besan apasionadamente.
VIII-X-MMVIII
Carmelo González

Anna Ajmátova – Nathan Altman
Palmas sobre las palmas, verdes sobre los verdes,
pájaro de cantos y hechizos, la maleza que oculta espectros
bajo los dientes filosos de sus ramas,
un sol que nunca penetra, lunas de sombra inagotable
ocultando un mundo bajo las hojas secas,
mundos sobre los árboles,
mundos sobre sub-mundos, verdes los tropicales
cosmos de criaturas hambrientas, heridas abiertas
de perversa naturaleza alimentándose sin piedad.
Tristeza sobre la tristeza anuncian en sus cantos las aves
verdes de tropicales nostalgias y verde sobre verdes plumajes,
aquí nada se explica y nada se ama y rabiosa se alimenta la existencia
sin esperar nada, temiéndolo todo, niebla constante y etérea
cual delirio de embriagante realidad.
¿Escuchas las criaturas cazar, huir, respirar… temer?
¿Sientes la resina de los árboles arder?
¿No ves acaso, ciego de ti, ignorante de tu instinto, de tus prístinos sentidos, curiosos ojos levitar sobre el oscuro follaje, escudriñando el misterio de tu especie para luego decidir fatal tu destino?
Muerte sobre la muerte, la ignota penumbra bajo las palmas
habitante de todo, dueña de cosmos, cobija de la única esperanza,
amarga verdad, dulce mentira, la muerte caliente y húmeda suspira
en cada piedra, en cada helecho, en cada cause bestial de ríos
y golpe de tormenta, la madre resignada que asesina y furiosa
renueva el ciclo vital.
Verdes que cubren los trópicos, densa la neblina sobre las cumbres
verde se quiere, verde se llora, verde se lamenta, sombra sobre las sombras
salvaje se vive y se mata, salvaje se alimenta la araña, la serpiente y el caimán
salvajes cantan las aves y los monos, salvaje ruge el jaguar
salvaje la mantis devora la inocencia y salvaje el venado busca clemencia
salvajes los salvajes somos bajo esta noche tropical.

¿A que juegas, Marie? —Pregunta la vieja gata callejera— ¿A qué juegan tus dedos de marfil golpeteando la acera? ¿A qué deseo oculto le brillan distraídas las lagunas de tus ojos y le otorgan los suspiros de mujer escapando de tu boca que brotan como rosales en tu campiña francesa imaginaria? ¿A dónde se […]
Capítulo 2 – NUNCA TE FUISTE

A mi padre…
Un día cuatro de enero de aproximadamente 10 años murió Julian –mi padre– del cual guardo pocos recuerdos, según yo ninguno bueno. Recuerdo, por ejemplo; una mañana de mi niñez a mi abuela levantándome con prisas advirtiéndome que papá había llegado para llevarme al cine ¡al cine! entonces feliz y veloz me levanté para vestirme de inmediato, pero al salir de la recamara lo vi a él —a Julian— parado en la sala esperándome como la más fría de las columnas, y revivo mi tristeza, mi decepción porque a quién yo esperaba realmente era a papá Alfonso, el hombre que me había educado como a un hijo desde que Julian nos abandonó. La confusión de la abuela me supo amarga. Recuerdo que ese día me llevo al cine y a comer como lo prometido, y también que pase una tarde por de más extraña, deseando a cada minuto que terminara. Nada me ataba ya a él, nada en su voz me era familiar, ya no éramos padre e hijo y después de tan desafortunada tarde no volví a saber de él en años, como de costumbre. Julian se convirtió así en un recuerdo difuso, áspero, una imagen vaga que no coincidía en mi historia, la foto enmohecida en un álbum de recuerdos. Y aún parecen vivir lucidas en mi memoria las ultimas veces que lo escuché —varios años después— cuando vivíamos de punta a punta, yo en Los Cabos y él en Cancún. Al principio Julian buscaba conversación pero yo propiciaba no hablar con él más de lo necesario, era tan raro escucharlo llamarme <hijo>. Las últimas veces solo lo saludaba con la debida cortesía para pasarle rápidamente el teléfono a mi tía —su hermana— con quien yo vivía en los tiempos relatados. Para aquel entonces todos sabíamos que sufría una intensa depresión y que incluso había atentado contra su vida en varias ocasiones. Su voz se escuchaba pausada, melancólica, como arrastrando en cada frase el peso de su tristeza, pero a mí ello poco me importaba, lo más que podría sentir por él era lástima. Creo que él presentía su final y a los pocos días recibí una última llamada… estaba muerto.
Es curioso como el tiempo cambia las perspectivas, y al hombre que un día odié por no recibir de él más que indiferencia, hoy le agradezco con la humildad que «no me caracteriza» parte de lo que soy. A veces, me descubro viéndolo en el reflejo de mi espejo y me doy cuenta que de él guardo más de lo que hubiese imaginado y peor aún, de lo que yo hubiese querido admitir. Que más allá de un parecido físico se esconden miedos, fortalezas, debilidades, talentos y sueños compartidos. Entonces creo entenderlo, creo reconocer sus fantasmas, sus razones, lo compadezco y me compadezco a mí por juzgarlo, por odiarlo, por no buscarlo cuando quise y quisiera entonces sentir sus manos, abrazarlo, exigirle a gritos un “por qué” y entregarle sin explicaciones un “te perdono”. Decirle que el vive en mí aunque yo no quiera y que a través de mí vivirá en mi descendencia, en mi memoria y en mis letras.
Hoy, su imagen no me parece tan difusa, ya no me resulta extraño llamarle «padre», hoy mi historia con él ya no duele tanto y la integro —nuestra historia— al rompecabezas de mi vida como la más inevitable y necesaria lección. Pero la vida vaya que se empeña en sorprenderme todavía y así, el único recuerdo bueno que guardo de mi padre nació a travez de su muerte, con los libros que me dejó como herencia ¡Una total sorpresa! Una herencia que no esperaba como nunca espere nada de él. Tal vez su intuición se lo dictó, tal vez me conocía más de lo que yo alguna vez pensé, tal vez fue el peso de la sangre o una relación cósmica, tal vez es solo mi imaginación, un deseo oculto, un dulce y necesario auto-engaño, un perdón a destiempo, tal vez…
…..
Aún guardo conmigo los libros que me diste
junto a todos los abrazos y besos negados,
guardo en años de recuerdos tus ausencias,
el impulso de tus sueños
y el peso de tus fracasos.
Guardo con mi madre todas tus caricias,
la protección de tus brazos en los de mi hermano,
todavía tengo de ti, papá
el mismo pelo negro, salvaje y ondulado
el mismo diente chueco, tu reflejo en mis espejos,
tengo tu altives
y el egoísmo de tus actos.
Aún guardo el tono de tu piel en la mía
y el apellido que me diste sin usarlo,
todo el amor que no te di, todo el calor de mis manos
y en mi memoria
tristes aún habitan tus ojos,
tristes aún resuenan las voces del naufragio.
En un cajón del ropero viejo de mi infancia
guardo celoso las risas y los llantos
y nuestras mejores fotos juntos,
extraviadas
en un tiempo que solo existe entre memorias inventadas
y nostalgias del pasado.
…..
Tú, me debes un padre y yo aún te guardo un hijo.

Obra pictórica del maestro Pablo Picasso (periodo rosa).
Capítulos anteriores ⇓
https://milenguanativa.com/2019/05/14/relatos-de-mis-multiples-infancias/
https://milenguanativa.com/2019/07/03/relatos-de-mis-multiples-infancias-2/
